De un artículo del biólogo Fernando Reinach:
Comer también contamina:
¿Vale la pena comer un tomate?. Hasta fines del siglo XX la respuesta dependía del contenido calórico y del esfuerzo necesario para obtener el alimento. En el siglo XXI, esta ecuación ya no es tan sencilla.
Imagine un hombre primitivo que come lo que encuentra en la naturaleza. En este caso la cuenta es simple: si la energía contenida en un tomate es superior a la energía gastada para obtenerlo vale la pena comerlo.
Si un tomate proporciona 100 Kcal (kilocalorías es una medida de energía) y gastamos 40 Kcal para encontrarlo el resultado es que, después del esfuerzo, "lucramos" 60 kcal.
Cálculo por esfuerzo físico.
Imagine ahora que la planta de tomate está en la cima de una montaña. Después de gastar 250 kcal escalando la montaña, podemos saborear el tomate de 100 kcal. El resultado es que vamos a quedarnos con más hambre de la que teníamos antes de iniciar la escalada. Claro que ni los hombres primitivos ni los animales saben hacer esta cuenta, pero si la estrategia de alimentación de un ser vivo no sigue este modelo él simplemente muere.
Cálculo por renta:
Imagine el proceso decisorio típico de un consumidor de tomates en el siglo XX. Él va al supermercado y descubre que el tomate de 100 kcal cuesta el equivalente al salario de un día de trabajo. Si gasta todo el salario con tomates se morirá de hambre, ya que su poder adquisitivo no es suficiente para mantenerlo vivo por un mes.
Por otro lado si el tomate cuesta el equivalente a un minuto de trabajo, vale la pena comprarlo.
En verdad el cálculo de costo-beneficio es basicamente el mismo que el realizado por el hombre primitivo. El salario cuantifica el esfuerzo necesario para obtener el alimento.
Ecuación ecológica:
Ahora estamos en el siglo XXI y nuestro consumidor de tomates se preocupa con el medio ambiente. Sabe que los tomates que comprará en el supermercado, a pesar de todavía tener las 100 kcal y costar el equivalente a un minuto de trabajo, fueron producidos en una estancia lejana.
Para cultivar los tomates fueron utilizados combustibles fósiles, tanto para producir los fertilizantes y arar la tierra como para cosechar y transportar los tomates a la ciudad. Eso sin contar el embalaje y refrigeración.
Los gastos de energía en la producción de tomate pueden ser calculados y, de esta manera, es posible determinar el impacto de la producción de tomate en la liberación de CO2 en la atmósfera y su contribución al calentamiento global.
¿Valdrá la pena obtener 100 kcal de alimento a partir de un tomate si fueron utilizados casi 300 kcal en combustibles para producirlo?
Ecologistas como David Pimentel, de
Pimentel calcula que 17% del petróleo consumido en los Estados Unidos es usado para producir alimentos.
Por cada kilocaloría de proteína animal, son necesarias 40 kilocalorías de combustibles fósiles. Lo que Pimentel está intentando demostrar es que hoy, en los Estados Unidos, comer contamina tanto como dirigir automóviles.
Más información en :
Vol 78 Pág. 660S.
Así que sea ecológico..Aprenda a plantar tomates.
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