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En Florencio Varela, un noble rancho y más que 25 ombúes
El Museo Hudson y una reserva ecológica digna de conocer
El Museo Hudson y una reserva ecológica digna de conocer
El rancho de Los 25 Ombúes, en Florencio Varela, es el mismo en el que nació Guillermo Enrique Hudson en 1841. Tres cuartos en hilera, con paredes gruesas de adobe, que se mantiene fresco en verano y cálido en invierno. Así lo conocieron sus padres norteamericanos porque está en pie desde los tiempos de la Colonia.
Lo compraron a Tristán Nuño Valdés, cuñado de Juan Manuel de Rosas, que allí tenía un puesto de estancia. No sabían español, pero la madre, Carolina Augusta Klimbe, trajo quinientos libros de buena literatura, incluido Shakespeare. Eligieron la zona por los vecinos que hablaban su idioma, aunque de una estancia a otra había muchas leguas.
El paisaje es el mismo, con dos arroyos que van serpenteando por pajonales donde aparecen garzas y cigüeñas. Se podría pescar porque los peces confirman que el agua no está contaminada.
Han vuelto para hacer su nido churrinches, chorlos, aguiluchos langosteros que conviven con los estables: halconcitos, aguiluchos carpinteros, espineros, y un rico etcétera para safaris fotográficos.
Nada los molesta en este arboretum, colección de árboles con fines educativos, didácticos, científicos, que es un muestrario del nordeste de la provincia de Buenos Aires. Hay chañares, acacias, saúcos, ceibos, algarrobo blanco, espinillos, timbo-puitá, sombra de toro, peje y el taruma o espino de bañado, que se conoce como el árbol de Hudson porque protagoniza uno de sus relatos.
Visitar la reserva es meterse en la pampa con el mismo asombro de aquel muchacho criado a campo abierto. Compañero de ruta del futuro Martín Fierro. Que parecía débil por lo alto, delgado y desgarbado porque en un arreo de ganado adquirió una fiebre reumática que hizo temer por su vida. Vivió 81 años, dejando una obra formidable como escritor y naturalista con alma de ecologista cuando no se hablaba de medio ambiente.
Aumenta el placer leer cualquiera de sus obras: Naturalista del Plata, Días de ocio en la Patagonia, Mansiones verdes. Es un requisito útil, pero no obligatorio ya que podemos disfrutarlo igual a libro cerrado. Es una postal, en vivo y en directo, de Allá lejos y hace tiempo que no necesita traducción.
Llegar es fácil
Es un milagro que el Parque y Museo Guillermo E. Hudson, monumento histórico provincial declarado Reserva Natural de Uso Múltiple se haya resguardado y restaurado manteniendo su entorno.
En eso tiene mucho que ver Violeta Shinya (1910-2003), sobrina nieta de Hudson e hija de Yoshio Shinya, el primer inmigrante japonés que vino de polizón en la Fragata Sarmiento. Es otra historia para ser contada porque fueron japoneses los coproductores de este paraíso (la palabra más adecuada).
Uno puede llegar por la vieja ruta a Mar del Plata, avenida Mitre, luego Calchaquí, y doblar a la derecha al pasar el puente de Bosques a la altura del km 30,500. Se toma por la calle Luján hasta que termina, unas 30 cuadras, y luego la avenida Hudson con carteles de papel fijados en las columnas que nos llevan hasta la entrada. Otro camino es la Autopista del Sudeste que empalma con la ruta 2. No baje por la salida Hudson porque ése es el pueblo y está lejos de la reserva. Hágalo por Gutiérrez en la Rotonda de Alpargatas. Y luego retroceda tres semáforos por la ruta hasta el mismo puente de Bosques. Es más fácil de hacer que de explicar.
Está abierta de miércoles a domingo, de 10 a 18, con guías especializados, telescopios y binoculares. Consulte por el 15 5 575 0379 o en http://museohudson.gov.ar/ , también por e-mail: museohudson#yahoo.com.ar.
Por Horacio de Dios
horaciodedios@fibertel.com.ar
Lo compraron a Tristán Nuño Valdés, cuñado de Juan Manuel de Rosas, que allí tenía un puesto de estancia. No sabían español, pero la madre, Carolina Augusta Klimbe, trajo quinientos libros de buena literatura, incluido Shakespeare. Eligieron la zona por los vecinos que hablaban su idioma, aunque de una estancia a otra había muchas leguas.
El paisaje es el mismo, con dos arroyos que van serpenteando por pajonales donde aparecen garzas y cigüeñas. Se podría pescar porque los peces confirman que el agua no está contaminada.
Han vuelto para hacer su nido churrinches, chorlos, aguiluchos langosteros que conviven con los estables: halconcitos, aguiluchos carpinteros, espineros, y un rico etcétera para safaris fotográficos.
Nada los molesta en este arboretum, colección de árboles con fines educativos, didácticos, científicos, que es un muestrario del nordeste de la provincia de Buenos Aires. Hay chañares, acacias, saúcos, ceibos, algarrobo blanco, espinillos, timbo-puitá, sombra de toro, peje y el taruma o espino de bañado, que se conoce como el árbol de Hudson porque protagoniza uno de sus relatos.
Visitar la reserva es meterse en la pampa con el mismo asombro de aquel muchacho criado a campo abierto. Compañero de ruta del futuro Martín Fierro. Que parecía débil por lo alto, delgado y desgarbado porque en un arreo de ganado adquirió una fiebre reumática que hizo temer por su vida. Vivió 81 años, dejando una obra formidable como escritor y naturalista con alma de ecologista cuando no se hablaba de medio ambiente.
Aumenta el placer leer cualquiera de sus obras: Naturalista del Plata, Días de ocio en la Patagonia, Mansiones verdes. Es un requisito útil, pero no obligatorio ya que podemos disfrutarlo igual a libro cerrado. Es una postal, en vivo y en directo, de Allá lejos y hace tiempo que no necesita traducción.
Llegar es fácil
Es un milagro que el Parque y Museo Guillermo E. Hudson, monumento histórico provincial declarado Reserva Natural de Uso Múltiple se haya resguardado y restaurado manteniendo su entorno.
En eso tiene mucho que ver Violeta Shinya (1910-2003), sobrina nieta de Hudson e hija de Yoshio Shinya, el primer inmigrante japonés que vino de polizón en la Fragata Sarmiento. Es otra historia para ser contada porque fueron japoneses los coproductores de este paraíso (la palabra más adecuada).
Uno puede llegar por la vieja ruta a Mar del Plata, avenida Mitre, luego Calchaquí, y doblar a la derecha al pasar el puente de Bosques a la altura del km 30,500. Se toma por la calle Luján hasta que termina, unas 30 cuadras, y luego la avenida Hudson con carteles de papel fijados en las columnas que nos llevan hasta la entrada. Otro camino es la Autopista del Sudeste que empalma con la ruta 2. No baje por la salida Hudson porque ése es el pueblo y está lejos de la reserva. Hágalo por Gutiérrez en la Rotonda de Alpargatas. Y luego retroceda tres semáforos por la ruta hasta el mismo puente de Bosques. Es más fácil de hacer que de explicar.
Está abierta de miércoles a domingo, de 10 a 18, con guías especializados, telescopios y binoculares. Consulte por el 15 5 575 0379 o en http://museohudson.gov.ar/ , también por e-mail: museohudson#yahoo.com.ar.
Por Horacio de Dios
horaciodedios@fibertel.com.ar
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