Fuente Tiempo Argentino
Rubén Ravera, director del museo Guillermo Enrique Hudson
Reivindica a los museos que establecen un contacto directo con
los visitantes y su entorno. Las obsesiones de Hudson y el fanatismo
japonés. Patrimonio y anecdotario.
Cuando la crisis argentina de 2001 golpeó al país, la debacle fue
violenta en el Gran Buenos Aires, y fueron innumerables los que en muy
pocos días se quedaron sin trabajo y sin ingresos. Aníbal Rubén Ravera,
el hombre que se ve en la foto, alumbró una idea feliz en aquel bravo
mundo nuevo sin moneda. Fue el animador del “Club del Trueque”. El
proyecto conoció el éxito, y hoy, con justicia, es célebre. Él lo dice
con palabras en las que falta cualquier jactancia: “El Club del Trueque
cumplió su rol en la contención y en la pacificación”. Hoy, este mismo
hombre, cumple otro rol, siempre al interior del partido de Florencia
Varela. Ravera es el director del Museo Histórico Provincial “Guillermo
Enrique Hudson”, ubicado en el solar donde en 1841 nació el naturalista y
escritor. Son 54 hectáreas, a sólo diez kilómetros del centro de
Varela. Honra la flora y fauna del lugar, esa misma que emocionó a
Hudson desde niño. Enfermo del corazón, en 1874 emigró a Londres y murió
en 1922. En el Museo está la casa donde Hudson vivió, una de las más
antiguas y mejor conservadas en la ‘pequeña historia’ de la arquitectura
residencial nacional. “Este es un museo atípico, porque no sólo muestra
el legado de Hudson, sino el entorno natural de esta región del mundo”,
explica Ravera. Como director, se ocupa especialmente de que el museo
cumpla un rol “inclusivo”. Se donan ejemplares de especies nativas para
promover la flora autóctona y, cada domingo, se proyectan películas para
los vecinos.
–¿Por qué eligió la dirección del Museo Hudson?
–Porque entre los primeros libros que leí en mi infancia, el que más me
impactó fue Allá Lejos y hace Tiempo. Y fue el que me acompañó durante
toda mi vida.
–¿Y quién es Hudson para usted?
–Acaso el escritor más singular de la literatura argentina y universal, y
un enorme pionero de la ecología moderna
–¿Los museos deben exhibir su patrimonio y punto, o además participar de
los dilemas sociales?
–Deben exhibir, desde luego, pero también deben involucrarse en los
temas e interrogantes que plantea la sociedad actual, y los entornos
donde ellos se encuentran.
–¿Cuáles son los pro y los contra del Museo Hudson?
–A favor tenemos los contenidos con actualidad, espacios naturales bien
conservados, patrimonio monumental incomparable y una colección en
sintonía con la vida y obra de Hudson. Falta resolver el tema del
acceso, señalización y edificios auxiliares para servicios
complementarios y de acción cultural.
–¿Alguna anécdota de las visitas?
–La de un visitante canadiense que viajó exclusivamente para “respirar”
el aire de la infancia de su autor preferido. Como él había leído todos
los libros y lo que se había escrito sobre él, se la pasó recorriendo
sus senderos, escuchando los murmullos del arroyo y contemplando el
paisaje. Fue la visita guiada más silenciosa que hice, porque
prácticamente no intercambiamos palabras.
–En Japón veneran a Hudson como a una especie de ídolo...
–Los libros de Hudson son lectura obligatoria en las escuelas de Japón,
por el buen inglés y por la temática cercana a la vida natural. Se
tradujeron al japonés antes de que su obra se difundiera en su propio
país.
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