Una victoria moral y otros cuentos
R. B. Cunninghame Graham
Letemendía Casa Editora
215 páginas.
Por Alicia Plante
Irónicamente, el destino quiso que Cunninghame Graham, un escocés apasionado por su tierra y por su gente, notable pintor del peculiar carácter de ese pueblo áspero y sin embargo tierno, naciera en Londres. En 1852. Mientras el Romanticismo impregnaba Europa y gigantes del pensamiento y la ciencia, como Marx primero y luego Freud, metían intempestivos palos en la rueda de la historia contemporánea, e Inglaterra se convertía en la nación industrial y mercantil más poderosa del planeta.
En ese marco fascinante de cambios radicales, al menos en los modos de la vida cotidiana, Cunninghame Graham se perfiló como un socialista comprometido desde el primer momento tanto con el movimiento nacionalista escocés como con el laborismo. Un humanista de pie ante el mundo, un auténtico explorador sobre todo de los hombres, con los ojos y el corazón abiertos para mirar desde el lado de adentro de la piel, para captar lo delicado, lo que no es dicho, que él devela en sus relatos a veces también sin nombrarlo.
La presente selección, que fuera realizada por su traductora, Alicia Jurado, reúne una serie de cuentos que nos ponen en contacto con territorios, paisajes y situaciones totalmente diferentes. Este escocés elegante y refinado, de una sensibilidad penetrante y asombrosa capacidad para observar y comprender, para describir con riqueza en las metáforas (“Sus grandes manos colgándole por delante como jamones...”; “El río, como una inmensa inundación amarilla...”; “los pies cuadrados como cajas”; “Allí las hierbas, encorvadas por la humedad, agachan las cabezas como plañideras”), recorrió gran parte de Sudamérica valiéndose, por propia elección, de medios de transporte tan elementales como el lomo de un caballo o una canoa. Esta forma despaciosa de viajar, tan a escala humana, lo puso en sencillo contacto con las personas que en parte por eso lo aceptaron sin recelo. Haber salido al encuentro de la realidad de ese modo, con las manos a la espalda y una mirada llena sobre todo de respeto, resulta en la poderosa vibración emotiva de cada relato.
Del libro van brotando los aforismos: “...salvo los más mezquinos, los hombres no pelean para vencer sino simplemente por pelear”. Sin embargo no cae el autor en el sermón, quizá porque la reflexión pesa menos en él que las imágenes y las impresiones. No desembocan en la moraleja porque no es ésta una “lectura ejemplar” sino un ejemplo de pasiones aplicadas: al hombre, a las razas, a los pueblos.
Y nos ayuda a entender el generoso sentido de su narrativa tan fuerte, tan salobre pensar en la diversidad de intereses y actividades del autor: por un lado, sus ideas socialistas o el hecho de que fuera elegido para integrar la Cámara de los Comunes por el Partido Liberal, y por otro, su tenaz amor por los caballos o por los hechos de la naturaleza. Fue el hombre, evidentemente, un ser sin limitaciones: ninguna de sus fidelidades le obturó la percepción de lo demás que lo rodeaba.
Leyendo esta antología se tiene la impresión de que Cunninghame Graham dedicó la vida a viajar: hay relatos que ocurren en latitudes tan distintas como Islandia (que sin embargo, a pesar de lo remota, es adecuado escenario para una durísima diatriba contra la sociedad humana, su arrogancia y su estupidez), el Africa árabe y los absurdos caprichos del poder, la desolada costa arenosa del este escocés (“...una tierra sin musgos”), el Paraguay, México, o nuestra provincia de Corrientes.
“Don Roberto”, como lo llamaban muchos amigos argentinos, vivió entre nosotros en su juventud y siempre volvió, un recurrente enamorado de nuestras tierras. En 1936, con 84 años repartidos entre la política, los viajes y la literatura, murió aquí, en Buenos Aires, dejándonos una nutrida colección de cuentos, relatos de viajes, ensayos, biografías de conquistadores españoles y de algunos dictadores de América latina, que dan testimonio tanto de sus ideales como de su notable talento literario
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